
Una de estas noches le propuse a mi hijo Enrique y a su amigo Javier mirar al cielo para ver las fugaces, Enrique y yo ya habíamos visto muchas , pero Javier nunca había contemplado este fantástico espectáculo natural y medio incrédulo a la vez que intrigado se tumbó en el césped del jardín y mirando al cielo infinito esperaba la caída de una de esos millones de estrellas que adornan la desconocida oscuridad.
Al poco rato y lleno de algarabía gritó ¡¡Una!! y en sus ojos se noto que tenia muchos deseos que pedir en la recámara de su cabeza, uno por cada Lágrima de San Lorenzo y que a partir de ahora y en estas noches de verano seguro que no olvidará alzar la mirada con la esperanza de ver las ¡¡ Lágrimas de la Ilusión!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario