
Esos ``cachos de pan´´ dorados por el caliente aceite, jugosos, rezumando leche con canela y cubiertos de una fina capa de azúcar, este tradicional postre del día del Padre, día que debería ser festivo siempre y en todos los rincones para así poder homenajear al menos un día al año a nuestro progenitor, que probablemente tanto a hecho para que seamos actualmente lo que somos y que con frecuencia lo olvidamos, ese olor a torrejas ó torrijas caseras nos acerca a la Semana Santa fiesta de gran fervor religioso para algunos y de descanso y placer para otros y también porque no de una mezcla de todo lo anterior para la gran mayoría, combinado además con un turismo cultural y gastronómico típico de esta época y diferenciable claramente del resto del año.
La Rioja con sus ``picaos´´ de San Vicente de La Sonsierra penitentes autodisciplinantes llevando el dolor hasta el purpura de la sangre, con sus procesiones de capirotes y tambores, de las cuales destacaría sin desmerecer a otras localidades riojanas, las de Logroño bellas y emotivas dentro de un casco antiguo verdaderamente único donde las tradiciones son religiosas , gastronómicas y culturales, pero sobre todo son sociales como el carater de sus habitantes, un pueblo que pone a disposición del viajero lo mejor de sí y eso se nota.
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